Insomnio preventivo,
recetado contra todo diagnóstico
para cuidar los sueños,
para hacer desfile de memorias
y carnaval de recuerdos.
Noches a la deriva,
impelidas por el arte en vena,
sin tener claro el camino
pero sin miedo a la carrera.
Las huellas de una magia eterna,
de las que calan los huesos y el alma
con una sola mirada sincera,
de las que reavivan los delirios
de una pluma etérea.
Las dimensiones imperfectas
de una belleza objetiva,
rescatada en el naufragio
de una voz consumida.
Las promesas en la piel
laten alborozadas con cada palabra,
dejando atrás un mundo en auto destrucción,
para embeberse de sinestesias elevadas.
Morados y verdes pintan las pupilas
al ritmo de una armonía,
a la métrica de un parpadeo
advertido en la lejanía.
Despierto, doliendo la rutina,
el vacío que sigue
a la plenitud de los sentidos
porque he olvidado el motivo
de buscar lo especial
en lo anodino.
Despierto, ahora sí,
al reparar en que
si somos constructos de nuestras elecciones,
de quiénes nos rodean,
solo puedo ser
la mejor de mis realidades paralelas.