domingo, 21 de octubre de 2018
Salto
Lanzarse al vacío
por un sueño,
un proyecto
o una persona
(qué mejor que unx mismx)
es siempre aterrador
y eso
es lo que hice
hace unos días,
sin ser consciente todavía
de lo que supondría.
No negaré que hubo nervios,
algún que otro chiste malo
derivado de la falta de sueño
o la excusa que se preste
pero me siento tan feliz,
con el convencimiento
de haber participado
de algo único,
tan bonito,
que no puedo dejar de escribir,
con esa sensación de no querer dejar atrás,
de humedecerse lo ojos
por la cantidad de colores
que trazan el recuerdo.
Y es que a veces
da por pensar que estamos
en un mundo de mierda.
Cosas como esta
son precisamente
un recordatorio
de las fortalezas propias y de los otros,
de todo lo maravilloso que está por llegar,
de la creencia compartida en crecer juntos.
Todo esto en tres días,
sólo tres días que me han permitido
afianzar el significado de todos mis esfuerzos,
ver brotar las luces que me llevan abrazando
un año y otras vidas,
encontrar la sensibilidad en otras almas
en el momento adecuado,
porque nunca es tarde si es para toda la vida
y algunas de las amistades de estos días
parecen encaminadas al cuidado del tiempo.
Por eso
quería regalar un gracias de corazón
por el aprendizaje,
por la enseñanza
de que los saltos al vacío
son sólo ascenso
si se dan en la mejor de las compañías.
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