Caen
al suelo
piezas de recuerdos
donde muchos emprenden
el camino
hacia una época
que despierta
en mí sentimientos
de añoranza ante el resquicio de una luz
que anticipé eterna
y hoy solo porto sobre mi esternón
como prueba de que no fue delirio,
de extrañeza ante el vacío autoimpuesto,
de pies adheridos al quiero y no puedo,
de cascadas que velan las mañanas de niebla
y de entregarse al pasado como autoterapia.
Si en algún momento
disfruté de la nieve
fue porque me enseñaste
a combatir el frío con tus abrazos
y la tiranía que veía en las navidades
se deshizo en el anhelo de volver a verte
tras un par de días de estío
en los que me hablabas sobre tantas cosas
que, en su sencillez,
me fascinaban (y tú sin saberlo)
y en sabernos en mesas distintas,
en fiestas distintas,
saboreando distintos aromas, sabores, ideas,
pero disfrutando juntas,
quizás pensándonos a la vez
o de forma alterna
y de sabernos una
en dos vidas.
Fueron tantos los momentos que me regalaste
estando en persona y luego siendo en mí...
que ojalá haberlos paladeado un poco más
dado que ahora el fuego se refleja en los ojos
y en los acordes solo aparecen visiones
de un sueño esculpido en agua...
Y es que esta carta te tiene como única destinataria,
a ti que me hiciste testigo de las grandes catedrales que se erigen en tu interior,
magnánimos rincones de placer, luz de mis ojos,
a ti que te hice partícipe de mi sancta sanctorum
y te contemplé navegando por los pasillos de mi sentir
con la confianza enredada en la sonrisa
de llamarte por mi nombre y tú a mí
por el tuyo.
Te pienso aquí
dentro
y en el papel,
hogar en la distancia,
todo lo que eres y serás para mí,
aun sin tener la mínima certeza
de que sigues leyendo mis palabras,
pero para mí es suficiente
poder escribirte
por si alguna vez estos versos llegan a tus labios
o para amar un poco más o un poco mejor
a la parte de ti que todavía hay en mí.
Que aun en lugares tan distintos
como nos presuponía hace un año
la visión que tengo de ambas ha variado
pero en esencia es la misma.
Asi que te digo
que ojalá haberte concedido
idéntico regalo.
Al pasado solo puedo sumar
el silencio que es respeto
y no falta de ganas,
el perdón a las sombras
que te desgarraron
y a las nubes que algún día
involuntariamente
precipitaste sobre mí,
el anhelo de que tú también quieras
erigir nuestro futuro
en un cuaderno en blanco,
sin páginas arrancadas,
pero con la pureza para
no cometer los mismos borrones,
el deseo de que apures al máximo
toda la vida que hay en ti (que es mucha),
que no te culpes de nada,
que te sientas libre y orgullosa,
que lo des todo en el baile y en el amor,
que roces con tus hermosos dedos
la felicidad
en numerosas ocasiones
y que si alguna vez
mi recuerdo te lleva a ella
que sonrías
porque a mí me ha pasado lo mismo,
porque tu visión
llegará a ser
el regalo de muchos inviernos,
porque tu visión
me ha hecho feliz.