Meses después
caigo en que me enamoré de ti
en la ciudad de la luz,
allí donde todas mis defensas cayeron.
Donde la salitre se adhería
a los recovecos de mis sábanas,
tu sonrisa pintó un nuevo amanecer,
uno que no quería que llegara nunca
aquí sentada a tu lado.
Hiciste florecer un camino a mis pies
en el que amar la vida
era la más fácil de las opciones.
Esa noche
mi corazón se agitó
al ser tú
mi último pensamiento antes de soñarte.
Ahora mi techo sabe tu nombre
de tantas veces lo he susurrado,
como el que clama a las estrellas
por haber descubierto una constelación,
como un lobo de mar que sortea las olas
entre el confort y el caos
del roce de tus manos.
Sin protección,
me adentro en el laberinto sin centro,
me aferro a la cuerda roja que
espero
deshaga tus miedos,
te busco en los recuerdos
para sumergirme en el océano de tus ojos.