sábado, 16 de septiembre de 2017

Dramones y Mazmorras

   Hay días que siento 
   la obsolescencia en los huesos
   y en la piel se reflejan 
   las ideas que tiento.

   Las luces avisan,
   estamos en juego.
   Ahora vuela el dado sobre el cielo.
   Nadie lo ha lanzado
   pero todos miran con recelo.

   Estamos en esta partida 
   esperando de otros movimientos,
   ignorando que es la vida.
   Tu pieza,
   un peón descabezado,
   contemplando desde la salida.

   Primera parada.
   El miedo institucionalizado,
   la intolerancia normalizada,
   un punto más para la manada.

   Misiles con cabezas paranoicas
   surcan las mentes 
   y encienden antorchas.

   Avanzas tres casillas.
   Allí, la soledad aguarda bajo el fino hielo,
   futura consternación del público merino,
   la expiación del masoquista,
   un mero panfleto.

   Otra vez tu turno.
   Caes en el fisgoneo, 
   en las ganas de un concepto propio,
   el primer aleteo.

   Búsquedas que comienzan por 
   "los países más peligrosos del mundo para ser..."
   y terminan con la incredulidad 
   de que ser algo
   suponga un peligro.

   Te han pillado.
   <<¡Por armar camorra,
   condenado a la mazmorra!>>
   grita el alguacil a perder echado.

   Carta de libertad 
   no pueden prometer
   salvo a los que viven 
   encadenados al poder.

   Una tirada castigad@.
   Alguien pregunta <<¿Y el cambio climático?>>
   Nos bebimos el ártico,
   de un solo trago,
   de eso ya nos confesamos.

   Retomas tu voluntad orientada
   para derrumbarla en la casilla de los "dramones".
   ¿No te combina la camisa con las bambas?
   Igual es porque no vas descalzo.
   ¿Alguna vez te dolió el corazón?
   Igual vamos bien y no es para tanto.

   Y es que en esta postal
   las flores yacen en el suelo
   mientras que en los árboles crecen sus siluetas,
   alimentándose de la superflua claridad, 
   de la flaqueza de lo no dicho.

   Doy la vuelta al tablero.
   Aquí, el otro mundo, 
   aquél por el que apuesto,
   el que contradice este poema,
   el que abraza las diferencias "inabarcables"
   y ensalza lo especial.

   El mundo en el que el único rol 
   es ser uno mismo
   y que le jodan al qué dirán.

   El mundo de momentos y ahoras 
   en el que no haya más tiempo verbal.

   El mundo de prepiropos, 
   libertad en el corazón, 
   como tabú la inhibición.

   El mundo en el que se puede morir de Stendhal
   y resucitar a bocanadas de sueños.
   El mundo que no es utopía,
   sólo empeño.

¿Tiramos el dado?

domingo, 3 de septiembre de 2017

Alas de jade

   ¿Sabes esa sensación por la que 
   la ilusión palidece
   y, con previo aviso, 
   se retuerce entre los sinuosos hilos de lo perdido?

   Sabes entonces 
   cómo empecé la semana; 
   con el jet lag de un viaje astral torcido,
   el visage cambiado por el idioma,
   el corazón nuevo, revestido.

   La oscuridad al fondo del pasillo,
   el eclipse del único sentido
   redactados hasta el epílogo.

   Y es que los círculos nunca vienen solos.
   Donde uno pone fin al ciclo
   otro, de la complicidad,
   improvisa un anillo.

   Ayer reescribí lugares, 
   superponiendo la marca indeleble
   de un momento irrepetible.

   Ayer descubrí que la caída 
   solo era parte del vuelo.
   Ahora planeo entre las corrientes de ideas
   que rozan mis dedos.

   Ayer exploramos universos esperpénticos,
   viajamos a otras épocas y continentes
   pero nunca tuve miedo
   porque siempre supe que detrás de mí
   estaban desplegadas
   tus alas de jade,
   pesadas a causa de la sinrazón del mundo, 
   inflamadas por las despedidas que no tocan,
   al fin y al cabo, tan humanas, 
   tan preciadas, 
   tan dispuestas a compartir
   sus reflejos esmeralda.

   Porque si los monstruos
   ya solo habitan en el papel
   y los versos laten a flor de piel, 
   ¿quién quiere saber del tiempo?
   ¿quién quiere saber del mundo?
   ¿para qué?

   Me empeñé en buscar 
   definiciones de felicidad.
   Todos los 'dícese' rotos
   en la soledad de los puntos suspensivos.

   Ni en la dialéctica ni en la mayeútica, 
   el error se desveló en el fondo de un botellín.

   Y es que las cosas más bellas
   no atienden a definición.

   Quizás la felicidad sea una sonrisa,
   un paseo, una noche,
   a todas luces, contigo.