domingo, 3 de septiembre de 2017

Alas de jade

   ¿Sabes esa sensación por la que 
   la ilusión palidece
   y, con previo aviso, 
   se retuerce entre los sinuosos hilos de lo perdido?

   Sabes entonces 
   cómo empecé la semana; 
   con el jet lag de un viaje astral torcido,
   el visage cambiado por el idioma,
   el corazón nuevo, revestido.

   La oscuridad al fondo del pasillo,
   el eclipse del único sentido
   redactados hasta el epílogo.

   Y es que los círculos nunca vienen solos.
   Donde uno pone fin al ciclo
   otro, de la complicidad,
   improvisa un anillo.

   Ayer reescribí lugares, 
   superponiendo la marca indeleble
   de un momento irrepetible.

   Ayer descubrí que la caída 
   solo era parte del vuelo.
   Ahora planeo entre las corrientes de ideas
   que rozan mis dedos.

   Ayer exploramos universos esperpénticos,
   viajamos a otras épocas y continentes
   pero nunca tuve miedo
   porque siempre supe que detrás de mí
   estaban desplegadas
   tus alas de jade,
   pesadas a causa de la sinrazón del mundo, 
   inflamadas por las despedidas que no tocan,
   al fin y al cabo, tan humanas, 
   tan preciadas, 
   tan dispuestas a compartir
   sus reflejos esmeralda.

   Porque si los monstruos
   ya solo habitan en el papel
   y los versos laten a flor de piel, 
   ¿quién quiere saber del tiempo?
   ¿quién quiere saber del mundo?
   ¿para qué?

   Me empeñé en buscar 
   definiciones de felicidad.
   Todos los 'dícese' rotos
   en la soledad de los puntos suspensivos.

   Ni en la dialéctica ni en la mayeútica, 
   el error se desveló en el fondo de un botellín.

   Y es que las cosas más bellas
   no atienden a definición.

   Quizás la felicidad sea una sonrisa,
   un paseo, una noche,
   a todas luces, contigo.

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